domingo, 4 de mayo de 2008

La locura de los bolsos


Nadie entiende qué nos sucede a las mujeres con los bolsos. Por los zapatos puede haber más o menos pasión, por todo lo que implica, de físico y de metafísico, pero lo que ocurre con los bolsos es extraordinario. Nos podríamos comprar uno a la semana. No importa que no combine, que no sea tendencia, que no sea de la temporada, que cueste 300 ó 50 euros, que sea de tela o de piel de cocodrilo, con marca o sin marca, una vulgar copia... si es monísmo, cae.

No hay tienda de marca de lujo que no tenga sus bolsos bien colocaditos en el mismísmo umbral de la puerta. Es su manera de darte la bienvenida. Tampoco hay tienda de ropa que no cuente ya con su sección de bolsos y complementos, por pequeña que sea. Y qué decir de Misako, ¡una locura! Hay incluso quien se pasea por ahí con la bolsa de la tienda ¡¡¿?!! (La que te dan al comprar un bolso…)

La gran distribución empieza a interesarse por este universo que, en ocasiones, es el que salva las cuentas a las grandes firmas de alta costura y prêt-à-porter. Las cadenas españolas tienen ya sus enseñas específicas: encontramos Mango Touch y Adolfo Domínguez Complementos. Y ahora Inditex anuncia el lanzamiento para este verano de Uterqüe, tiendas sólo de bolsos y zapatos. El nombre es feo de narices e impronunciable: U-ter-qüe, pero presiento que va a enloquecernos.

¿Qué sucede con los bolsos? Si hay que enumerar los motivos, racionales o no, que nos impulsa a comprar bolsos, algunos podrían ser: que son claves para acabar de definir el total look; que ponen el broche final; ayudan a destacar si vas sencilla, equilibran si vas de rock star; son ideales para regalar; etc. Necesitamos además uno para cada ocasión: grandes para un día agitado, grandes y elegantes si además el día es de trabajo, modelo cartero si se va con las manos ocupadas, mochila si se viaja en moto, de la compra... pues para la compra, pequeño para salir, pequeño y curioso para citas y bodas, ufff!!! no acabaría nunca. En verano, además, esto se multiplica: el de ir a la playa, el de ir a la piscina, el de salir a tomar algo, el de paseo... ¡Si es que tendrían que desgravar!

Cuando los expertos empiezan a divagar sobre el tema salen todas estas justificaciones y alguna otra de más. La última que me pareció interesante decía que los bolsos vienen a solucionar el problema de las tallas. Y es que la ropa (sobre todo la de marca) tiene ese problema: que no cabe a todas. A menos que nos olvidemos de la industrialización y retomemos la costura y el traje a medida, las tallas serán un problema. Solución: si no puedo comprarme unos pantalones, ¡pues me compro un bolso estupendo!

En las marcas de lujo, la satisfacción es doble: solucionan el problema de las tallas y el del precio. Además, son toda una inversión porque sus bolsos acostumbran a ser auténticos iconos, reconocibles y venerados por los ojos de los demás tanto como un Santo Grial. Son el detalle que marca la diferencia entre los que quieren aparentar. Están por encima de las temporadas, con lo que no acumulan polvo hasta que se les aborrece. Y aunque duela como una puñalada, si la ocasión lo precisa, puede revenderse de segunda mano y recuperar algo de su valor.

Desechar las copias, sobre todo si son demasiado sospechosas. Lo único a lo que contribuyen es a acentuar la vulgaridad (hasta que alguna celebrity las legitime, claro). Ojo! La F de Fendi sólo tiene dos palitos, cuidado con las Gs de Gucci y las LV cruzadas. ¿Vale la pena comprar una falsificación? Porque lo más triste del caso es que una que sea decente puede costar entre 100 y 200 euros, un precio por el que se pueden encontrar otros bolsos de primerísima calidad y buen diseño.

En todo caso, también se ha pensado en las icon addicts con presupuesto limitado. Hay páginas web que alquilan los bolsos estrella de las marcas de lujo por días, semanas y meses. Incluso los llegan a vender de segunda mano a precios de risa. Se puede encontrar tesoros como un Baguette de Fendi o el Buckle Tote de Prada.

La aventura del Birkin

La pasión por los bolsos es tal que hay quien escribe un libro sobre su aventura por conseguir uno de estos iconos. Tiene como título Bringing home a Birkin y lo ha escrito un tal Michael Tonello, dueño de un salón de belleza y adicto a los objetos de moda en Australia (muy lejos para ir a comprobarlo). En él relata que se ha inventado un sistema para saltarse la lista de espera de dos años en Hermès.

El intrépido Tonello se pasó cinco años paseando por las tiendas Hermès de todo el mundo para hacerse con un montón de bolsos Birkin, que primero empezó a distribuir a través de Internet, pero que más tarde empezó a vender (sobre valorados, of course) a clientes privados que no querían esperar los dos años.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues si, Cucurusa, a los bolsos casi los necesitamos para vivir. Sigo pensando que es algo ancestral que tenemos en el inconsciente colectivo femenino, aquello de que las mujeres de la prehistoria necesitaban llevar algo donde poder guardar las hierbas medicinales que recolectaban, los alimentos cuando llegaba la época de los traslados a tierras más fértiles donde hubiera comida, en fin, creo firmemente que lo tenemos ahí en un rincón de nuestra memoria ancestral... pero sea como sea y por la causa que sea...¡oh! ¡qué lindos e imprescindibles que son!.

Privalia dijo...

no sé cuál es la explicación pero lo cierto es que tenéis razón. nos vuelven locas. Si buscáis bolsos de inspiración étnica para este veranito pasaos por el club Privalia. Para llevar con cuñas, zapatillas de esparto o sandalias son ideales los de la marca Luna Llena, al 70% de descuento.