miércoles, 23 de julio de 2008

Copy & Paste


Hace unos años, el FAD (Fomento de las Artes Decorativas) montó en Barcelona una exposición que reflexionaba sobre la cuestión de los parecidos razonables. Se llamaba Cocos y trataba de sacar algo en claro de todo el embrollo lingüístico-conceptual alrededor de piratería-copia-inspiración-casualidad con ejemplos muy ilustrativos tomados de diferentes ámbitos, desde la moda a la decoración, la ilustración, la publicidad, etc. No entraba en cuestiones morales, ni demonizaba ni ensalzaba, simplemente mostraba cómo todos vivimos en el mismo mundo y consumimos similares sensaciones, imágenes, frases sueltas... que acabamos haciendo nuestras, digerimos y volvemos a soltar. Vendría a ser la transformación de la materia, pero en este caso, la gris.

En fin, todo esto viene por el rifirrafe de estos días entre Custo Barcelona y Desigual. Estaba Custodio Dalmau en Miami haciendo desfilar su colección de bañadores y se descuelga amenazando con denunciar a Desigual, al que acusa de copia reiterada, no sólo de sus productos (entendemos prendas) sino también de la marca en sí. Hay que tener valor, paciencia y recursos para emprender tal empresa, aunque venga recomendada por el bufete de abogados Cuatrecasas, la-creme-de-la-creme de Barcelona, y esté repleto de optimismo tras una reciente victoria contra la piratería en China.

Como estas acusaciones no se sueltan así como así ni de hoy para mañana, entendemos que Custo tiene material suficiente para emprenderla contra Desigual y hace pensar en que el chico de Lleida debió de ir dando toques a la cadena de No es lo mismo hasta hartarse. Del modo como acostumbra a presentarse Custo, ex-campeón de gimnasia aficionado al kitesurf, calzado siempre con jeans desgastados y camisa puesta así de cualquier manera, que aparece al final del desfile alzando la mano como diciendo “Ei, quedamos ahora para unas cañas!”, pues no lo veo como un tiburón de los negocios, a pesar de que esto del business es el business.

Pero por otra parte, también me parece raro que Desigual copie a Custo. La marca del buen rollito, la que llama a la gente a acudir desnuda a su tienda en el Paseo de Gracia de Barcelona para vestirla gratis de arriba abajo, pues tampoco me da la impresión que precise de los diseños de Custo. Además, Desigual cuenta con José Castro como director creativo, el mismo José Castro que desfila en París y que acaba de ser nombrado miembro de la Federación Francesa de la Costura, donde están los the-very-best. Tampoco es que vayan faltos de ideas, talento y creatividad. ¿Necesita Desigual copiar a Custo?

¿Y qué es lo que se entiende por copia? Acusar a alguien de esto es meterse en un jardín. En China, Custo lo tuvo más fácil. Primero, porque ahora los chinos han dado un giro de 180º a su estrategia económica, quieren dejar de ser la fábrica low cost del mundo y sobre todo dejar de ser el paraíso de las copias y las falsificaciones. Así que el gobierno se ha puesto duro con estas prácticas ilegales. Y segundo, porque los chinos que lo pirateaban tenían el detalle, no sólo de calcar los modelos y las ilustraciones, sino también de acompañarlos con el nombre de la marca. Más claro el agua.

A ver qué sucede con Desigual, porque es dificilísimo demostrar la copia. La frontera entre inspiración y copia es tan difusa... Ambas son marcas dadas al colorín y a los estampados hipnotizantes, de si-no-me-ves-es-que-estás-ciego, tomados del movimiento op art. Últimamente, como la tendencia dicta gamas de grises y tonos oscuros y permite sólo algún color vibrante en monocromía, pues ambas han bajado la intensidad en sus diseños... Custo incluso se ha sofisticado, con construcciones más complejas, en base a texturas y efectos de superficie, lo que dificulta muchísimo la copia.

En fin, ambas viven en el mismo mundo, trabajan con las mismas tendencias y tienen un mensaje de vive-la-vida muy similar. Uf! Es normal que salgan cosas parecidas. Se tendrá ahora que decidir si copia equivale a calco o inspiración y determinar los límites del parecido sospechoso. En definitiva: buscar las siete diferencias y discernir sobre la intencionalidad en el parecido.

Me sorprendió la acusación de Custo. Es seria y grave. Lo más habitual cuando suceden estas cosas (cuando las casas de lujo francesas e italianas se tiran de los pelos cada vez que Zara cambia el escaparate) es no hacer demasiado caso. De hecho, sólo se emprenden acciones legales cuando la copia alcanza el grado de piratería y hay alguien que vende un modelo parecido con el nombre original. La moda pronta, véase Zara, H&M o Desigual, que en el siglo XXI se presenta en versión compleja y avanzada, tiene una rotación constante y mientras aquél que sospecha una presunta copia llama al abogado, tramita la denuncia y espera a que se admita a trámite, quién sabe dónde anda ya aquella pieza que parecía idéntica.

martes, 22 de julio de 2008

Fashion weeks made in Spain


La semana pasada, Generalitat de Catalunya primero, gobierno de la Comunidad de Madrid después, presentaron sus proyectos de promoción de la moda catalana, por un lado, y española, por el otro, así como sus intenciones de poner en el mapa mundial del glamour los nombres de Barcelona y Madrid como destinos turísticos de vanguardia, tendencias y demás. Todo esto tiene unos nombres participantes, los de los diseñadores, y unos costes considerables, la mayor parte de los cuales los cubren las arcas públicas, tan generosas siempre en estas cuestiones de los intangibles y el aura mágica que los rodea.

El gobierno catalán insiste en su 080 Barcelona Fashion, que llega a la tercera edición si contamos aquella convocatoria cero cuyo proyecto quedó en agua de borrajas por cuestiones, como no, de politiqueo y el clásico te-ajunto-no-te-ajunto. Pero en fin, olvidemos el pasado y vamos a lo que vamos: convertir Barcelona en el epicentro europeo del talento en diseño de moda. Aquí se habla de diseñadores independientes y emergentes, de aquellos que bastante trabajo tienen en asomar la cabecita en este mundillo de locos que es la moda.

Esta edición, que se celebrará del 3 al 5 de septiembre en el pabellón 8 de Fira de Barcelona, pone a desfilar a 15 diseñadores y presenta en showroom a todos ellos y 15 más. El plato fuerte de esta pasarela de nombres desconocidos para la mayor parte de los mortales es Estrella Archs, también desconocida, no nos engañemos, pero avalada, al menos, por su trabajo como directora creativa en Cacharel. También se traen un trío de extranjeros, uno de los cuales todavía está pendiente del resultado de un premio, que vienen a dar el apunte internacional para disimular un poco la barretina y que no se note tanto que esto lo organiza ERC, que es la que está detrás del departamento de Universidad y Empresa, que es el que maneja este cotarro.

Todo esto cuesta 1,5 millones de euros (que incluyen también la expo de Miriam Ocáriz en el Palacio Dalmasses sobre su proceso creativo y alguna charla que otra), de los cuales las 2/3 partes salen del bolsillo de los contribuyentes catalanes.

Mientras tanto en Madrid quieren poner en órbita de una vez por todas Cibeles, que si no se dan prisa se queda como pasarela regional de tercera, visto como suben las de Sao Paulo, Berlín o Shanghai. Si se quiere estar en primera división hay que apostar con fuerza, no se valen inversiones de media tinta con las que no tenemos ni para echar la primera mano. Aquí no vale ir de farol.

Entonces convocan una rueda de prensa híper institucional, en la que el aire se palpa, se corta y casi puede hincársele el diente, para presentar una cosa seria de verdad: chachán chachán... la nueva Cibeles Madrid Fashion Week. Toma ya. La bandera de la moda española, una vez fuera de juego Barcelona al desaparecer la pasarela Gaudí, la ondea con orgullo Madrid.

Los planes para septiembre, del 15 al 19, pasan por montar dos pasarelas en el pabellón 14 del recinto ferial de Ifema, una que se llama Cibeles y otra Neptuno. De fuente a fuente y tiro porque me toca. En una, según el criterio serio, riguroso y sopesado de los representantes institucionales de la organización, los clásicos básicos (véase Devota&Lomba, Victorio&Lucchino y demás) y, en la otra, lo raro y modernillo (Miriam Ocáriz, Ágatha, Duyos o Arzuaga). La versión oficial sobre la distribución es que cada uno eligió donde desfilar, pero lo cierto es que Cibeles concentra el núcleo duro de la Asociación de Creadores, que son los que reciben las subvenciones públicas, parten, reparten y se quedan con la mejor parte. Pero ya veremos que tal va la fórmula...

La principal novedad es que se suman a la nueva pasarela aquellos desarrapaos de El Ego, la iniciativa que puso en marcha Ifema con dinero de la Comunidad de Madrid para los jóvenes creadores y con la que la capital respondía al auge de Circuit en Barcelona. Ahora los de El Ego abandonan la Sala Alcalá, que les había acogido desde sus inicios, se marchan a la feria y se incorporan al programa de la fashion week, donde estarán el último día, el viernes, simultaneándose entre Cibeles y Neptuno.

Dejando a un lado que siguen los de siempre, algunos de los cuales la prensa pide la cabeza porque ni aportan nada ni venden una falda, y que por el camino perdimos a Anke Schloder, estos cambios han servido para abrir las las puertas a muchos diseñadores para entrar en esta pasarela hasta hace muy poco cerrada a cal y a canto. Claro que también se ha aumentado el presupuesto (hay más bocas que alimentar, cierto es). En total: 3 millones de eurazos, 2/3 partes de los cuales (algo más si no sale un patrocinador de última hora) los pone el gobierno de Esperanza Aguirre.

Las anécdotas de las ruedas de prensa

En la del 080 Barcelona Fashion apareció en solitario Emili Valdero, el secretario de Comercio y Turismo, órgano que depende de manera directa del departemento de Universidad y Empresa, que es el que suelta la mosca. En Cataluña, en cuestiones de moda, es Valdero el que corta el bacalao. Citados todos en el pabellón Mies van der Rohe, para recordarnos lo que en su día fue Barcelona como referente de vanguardia cuando en aquel 1929 organizó la Expo, el escenario parecía el de Dónde estás corazón, pero con treinta periodistas más.

Lo acribillamos a preguntas, pero sin duda, las más buenas fueron las de dos periodistas franceses que trataban de descifrar el porqué de todo el percal. Su desconocimiento de la causa, de las aspiraciones políticas que hay detrás de esta pasarela y de las rencillas Barcelona-Madrid, provocaron las siguientes preguntas: “Si la industria de la moda en España está en Galicia, ¿por qué se realiza esta pasarela en Cataluña?” A la que siguió: “Para que despierte mayor interés entre la prensa internacional, ¿por qué no se invita a un diseñador conocido en el extranjero, como Adolfo Domínguez?” Uf! Vaya dos golpes bajos.

En Madrid, los cargos políticos asentados en Ifema no fueron tan ingenuos. En primer lugar, salieron al ruedo cuatro políticos: dos de Ifema, una de la Comunidad de Madrid y otro del Ayuntamiento (el PP en todo su esplendor), acompañados de Cuca Solana (la directora de Cibeles, desde que Cibeles existe) y Modesto Lomba, el presidente de los Creadores (aquellos que parten y reparten). Ante tanta solemnidad, los periodistas quedamos acojonados, parecía aquello un acto político, como si nos fueran a presentar el plan de conquista del espacio exterior.

Sólo unas cuantas preguntas, a media voz. La guinda: “¿Es cierto que se paga a algunos diseñadores de Cibeles por desfilar?” Modesto: “Bien... ¿No subvencionó también el gobierno francés a Yves Saint Laurent?” (Ejem, entre nosotros Modesto: casi que no es lo mismo...) Y la periodista insiste: “¿Podríamos saber cuánto?” Modesto con voz temblorosa: “Pues no sabría decirle exactamente... Claro que si le interesa, me da su e-mail y se lo envío” ¡Te lo damos todos! ¿Cómo puede ser que no sepa lo que le va a pagar la Comunidad de Madrid para realizar el muestrario? Si lo ingresa dos veces al año... religiosamente...

Y tanta fashion week, ¿para qué sirve?

La de Barcelona se enmarca en la estrategia del conseller Josep Huguet, el que está al frente del departamento de Universidad y Empresa de la Generalitat de Cataluña, que consiste en fomentar el talento como inversión para una industria de futuro asentada sobre el valor añadido. Una estrategia que desarrolla tanto en moda, industria histórica en Cataluña, como en otros ámbitos económicos.

En moda en concreto, la 080 Barcelona Fashion está dentro de un proyecto mucho más amplio que se llama Plan de Dinamización de la Moda Catalana, uno de cuyos objetivos es fomentar la creatividad y el diseño en una industria textil y de la confección que no puede competir con Asia. Para ello, trata de acercar el talento a las empresas que operan en este sector a través de iniciativas como el Bressol (cuna en castellano), una incubadora que da a los diseñadores recién graduados las pautas para desarrollar su propia empresa, o Physic, una sociedad público-privada que pone en contacto diseñadores con proveedores. Además, apoya a las empresas ya consolidadas en su labor de internacionalización, tanto de promoción en ferias y desfiles en el extranjero, como de aterrizaje en otros mercados, con la apertura de tiendas.

La pasarela vendría a ser el acontecimiento más visible de todo este plan. Y de paso, poner el nombre de Barcelona al lado de valores como diseño, vanguardia, creatividad, talento, etc etc. De hecho, la ciudad del design lo es en todo menos en moda.

También éste es uno de los principales objetivos de Madrid, que sigue peleando por no perder el tren de la innovación y la creatividad, de resaca todavía tras la Movida. Cibeles sólo es ambiciosa en este sentido, pero no en el de fomentar la industria de la moda en el país. ¿Alguien puede decirme dónde venden Larrainzar y compañía? Un-dos-tres-responda-otra-vez: En su tienda... tic tac tic tac. ¿En el El Corte Inglés...? Otra pregunta: ¿Ágatha Ruiz de la Prada vende algo más que estuches, toallas y ropita de bebé? Pregunte a su vecino si conoce a Devota&Lomba. Además de Ana Botella, la mujer del ex presidente del gobierno José María Aznar, ¿compra alguien algo de Roberto Torretta?

En definitiva y resumiendo que esto se alarga: ¿A alguien le interesa la moda española? (No se vale decir Zara... ni Adolfo Domínguez).

jueves, 3 de julio de 2008

De Woodstock al Bread & Butter

Ha vuelto. El salón más guarreras cool vuelve a la ciudad. Al entrar en el Bread & Butter uno tiene la sensación de entrar en el FIB o en cualquier otro festival rocanrrolero de verano que se estilan en España. Nada más llegar, me han pedido el DNI (bien, esto me ha transportado a mi adolescencia en la puerta de una discoteca). Más adelante me han colocado una pulserita, que me acompañará a la ducha y a la cama los próximos días.

Una vez dentro, bermudas, camisas por fuera, zapatillas deportivas y sombrerito; vestiditos playeros y chanclas; tejanos rotos y t-shirts deshilachadas y desgastadas; shorts y chalecos. Ah! Y las gafas de sol! Resistir el calor sofocante, húmedo y pegajoso de Barcelona es duro. Llegados al Luna Park, un stand enoooooooorme de Wrangler da la bienvenida con la música a toda castaña. De tejanos no hay ninguno, pero sí han habilitado una barra larguíiiiiisima donde calmar la sed. De todos modos, Moritz tiene un stand donde no niega a ningún náufrago una cervecita bien fresquita.

Este año no hay piscina. Según la organización, por problemas de espacio. Hay menos expositores, pero los que hay piden más metros cuadrados para montar su historia. Lo que sí hay es arena, pero no es lo mismo.... Y a la hora de comer, ¿qué tal un pollo asado? ¿O mejor aún: una paella? Lo mejor, las mesas, que recuerdan a las de las áreas de descanso de las autopistas o las del cámping. Para los que tienen más recursos, y mejor paladar, los del Bread & Butter han traído un súper chef alemán que se dedica al sushi. G-Star nos invitó a una barbacoa.

De hecho, la inauguración de esta edición lo dice todo acerca de este ambiente festivalero que trato de narrar. Eso sí, festivalero pijo, que las bermudas de las que he hablado antes no son precisamente del Pull & Bear. Pues bien, sobre el escenario, The Hives, que sonaron de maravilla y, para darles la bienvenida, explosiones, luces y demás. El público, unos 2.000 invitados, todos ellos del mundillo fashion, estuvo totalmente entregado, como si estuviese viendo a los Rolling Stones. Ni desfiles, ni modelos, ni tortas. Esto es el Bread & Butter, esto es la moda urbana.

Por la noche más, of course, pero más rollo Ibiza. La gente se peina, se zurce el tejano, se coloca la camisa por dentro y se va de fiesta. Las chicas cambian el vestido playero y los shorts por otros, que vienen a ser lo mismo, pero con Swarovski. Todo para ver a Colcci, J.Lo, Custo o Puma.

En definitiva, en el Bread & Butter, se está o no está. Todavía hay muchos que no entienden esta feria y algunos que no creen en ella. Aquí se trata de pasarlo bien y conocer gente, que es lo mismo a lo que se aspira cuando uno se va de summerfestival, eso sí, con la diferencia de que está todo el mundo fashion y puede resultar que, hablando con el uno y hablando con el otro, uno consiga un contacto que más adelante se materialice en una colaboración y después en un nosequé y de una cosa saltamos a otra, se coincide con nosequién que propone algo... y así hasta que se quiera hacer durar.

Se vende imagen, nada más. Pero es el valor que la gente le de a esa imagen lo que les moverá más tarde a comprar y a gastar. No nos engañemos, el rollo puede ser muy tirao, pero el business es el business. Casi 900 marcas de primera línea y más de 90.000 visitantes no pueden estar tan equivocados.

Retrospectivas de lo que fue...

El prêt-à-porter está muerto. Plas! Así de contundente, para que se entere el que vive en la parra y vaya tomando conciencia aquel que no se quiera enterar. Ya son muchas las marcas y los diseñadores que trabajan a partir de otras fórmulas (más comerciales, vacuas o conceptuales) para sobrevivir en tiempos de incertidumbre. Pero en aguas revueltas, pesca quien menos se lo espera; en momentos de crisis (o de cambios, según se vea), son tantos los retos como las oportunidades.

Unas cuantas exposiciones confirman que ya podemos ir enterrando el cadáver del prêt-à-porter. Esto no implica que desaparezca de nuestras vidas. La alta costura hace tiempo que la pasean dos veces al año cuál virgen del Rocío, sólo para cuatro devotos con la cartera llena y amantes de las piezas místicas y museísticas. Pero sí implica que estamos en una nueva era de la industrialización de la costura, en la que se puso fin a las dos temporadas, en la que el precio es orientativo-subjetivo y no real, en que prima el imaginario de la marca antes que la calidad o el diseño, en que es más importante tener una buena red de tiendas que un buen creativo, que da igual dónde produzcas, etc.

En fin, todo esto coincide con el anuncio de la retirada de Valentino, al que estos días el Museo de las Artes Decorativas de París le dedica una retrospectiva. Valentino Garavani, nacido en un pueblecito al sur de Milán, fue un enamorado de París, donde estudió, hizo sus pinitos por los ateliers de Jean Dessès y Guy Laroche, y presentó sus colecciones de alta costura y, más tarde, de prêt-à-porter, en el mismo momento en que la moda italiana adquiría gran proyección internacional y Milán se erigía como nuevo epicentro mundial de la moda. París le debía a Valentino un gesto de agradecimiento.

Si tenemos que recordar a Valentino por algo será como exponente de la elegancia y la gracia atemporal. Él no fue, ni pretendió nunca serlo, un innovador. Su objetivo fue embellecer a la mujer, haciéndola sentir una reina etrusca, una princesa de cuento o una diosa romana, siempre eso sí, buscando el equilibrio entre la exuberancia, la sobriedad y la sencillez, y cediendo el protagonismo al tejido, a su fluidez o rigidez, su textura y su ligereza. Supo solucionar la ecuación de romanticismo, modernidad y clasicismo.

En los 60, con el boom de la moda italiana, aterrizó en Hollywood, donde vistió a las divas de la época: Elisabeth Taylor, Rita Hayworth o Audrey Hepburn. Su éxito en Estados Unidos llegó a la cúspide con Jaqueline Kennedy, a quien vistió de novia en su boda con Aristóteles Onasis y, a raíz de este vestido, desarrolló una colección sólo en blanco, que lo encumbró como símbolo del lujo moderno.

El adiós de Valentino (tras vender el grupo, con Hugo Boss en cartera, a la inversora británica Permira y dejarlo todo atado y bien atado para la jubilación) y su retrospectiva parisina ha coincidido con la muerte de Yves Saint Laurent hace un mes. Hacía tiempo que el diseñador francés estaba alejado de las pasarelas y, mucho tiempo más desde que dejara su línea de prêt-à-porter para dedicarse sólo a la alta costura, como buen nostálgico de una época que sabe que no volverá. Estos días el Museo del Traje de Madrid le dedica un pequeño homenaje en el vestíbulo para recordar quién fue y qué hizo.

También en el Museo del Traje (ahora que debe poner toda la carne en el asador porque le cierran las puertas por una cuestión más política que científica, pero esto es harina de otro costal) este verano puede verse una retrospectiva de Edward Steichen, quien durante 15 años, entre 1923 y 1937, fuera jefe de fotografía de la editorial Condé Nast y llevara a los más famosos modistos de la época a las portadas de Vogue y Vanity Fair, además de dedicarse a inmortalizar los rostros de Coco Chanel, Fred Astaire, Gary Cooper o Greta Garbo, entre muchos otros.

La exposición de Steichen invita a recuperar pedazos de una época, de un lujo y de unos símbolos irrepetibles, donde el glamour era el resultado de belleza, elegancia y carácter y no la suma de pedigree, morbo y drogas duras de las pititas chipirifláuticas hijasde que hoy pululan por ahí con cara de zombie con resaca. Sin duda, era otro estilo.

A otro fotógrafo que estos días se le dedica una retrospectiva es a Richard Avedon en el Jeu de Paume de París. Es la primera que se realiza de este artista estadounidense capaz de inmortalizar un vestido de Christian Dior entre dos elefantes y de hacerlo con una clase, profundidad y estilo imposible de narrar. También fue el único en mostrar la Marilyn Monroe más humana.

Su gran aportación a la fotografía de moda de las revistas, en este caso Vogue, fue brindarle naturalidad, no sólo dando movimiento a la modelo sino además ambientando su puesta en escena. De este modo, la ropa adquiría cuerpo y función y multiplicaba su significado, al mismo tiempo que la acercaba a la lectora con muchos más elementos para construir historias y relatos con los que motivar su imaginación. Precisamente Edward Steichen fue un referente de un joven Avedon que hojeaba las páginas de las revistas de moda que encontraba por su casa.

Otros que están de retrospectiva, aunque menos pretenciosa, son los Viktor & Rolf, quienes repasan sus 15 años de trayectoria en la galería Barbican de Londres. Este tándem holandés que forman Viktor Horsting y Rolf Snoren es actual y es joven y, además, está abriendo camino, entonces ¿por qué una retrospectiva? ¿Y por qué encajarlos en este artículo de rememberwhen? Porque en su discurso reivindicativo se esfuerzan en denunciar la vacuidad del negocio de la moda de hoy.

A Viktor & Rolf les molesta sobremanera observar cómo su trabajo es sometido a los vaivenes tormentosos de una industria voraz porque su punto de partida es ante todo artístico. Para ellos, la ropa no es sino un medio sobre el que expresar sus inquietudes, ven la moda como un arte que debe trascender a lo efímero. La suya es una relación de amor-odio con la industria y con todo el sistema que rige la moda, en especial con los medios de comunicación y su star system.

Uno de los puntos fuertes de esta exposición es una casa de muñecas, con pequeñas recreaciones de sus trajes. El montaje consiste en recrear aquellas casitas que se hacían por allá el siglo XIX y que casas como Chanel o Balenciaga utilizaron para promocionar la moda después de la Segunda Guerra Mundial. En el fondo de cada una de las habitaciones, una pantalla gigante proyecta el vídeo del desfile con las prendas originales. Una mirada poética y nostálgica, pero también una crítica hacia el mundo de la moda actual, del todo irreal.

Por último, un apunte nacional. Hace unos tres años, en Madrid y Barcelona pudo verse una retrospectiva de Pertegaz, a quien el vestido de novia de Letizia Ortiz le puso de nuevo en órbita. Él continúa hoy todavía vistiendo a sus señoras de la aristocracia y la alta burguesía, alejado del mundo terrenal y con pocas pretensiones en el negocio.

El año pasado, fue el turno de Roberto Verino, quien trata de impulsar un modelo de negocio que encaje diseño, industria y márketing, parecido al de las marcas italianas, pero salvando las distancias, claro. Y dentro de poco tendremos la de Elio Berhanyer. Toda una institución a descubrir.