sábado, 23 de febrero de 2008

De internacionalización y otras excentricidades

Estos días, hablamos de internacionalización. Internaciona... ¿qué?

Vamos, que estamos con el tema de exportar. Resulta que en los últimos 25 años hemos aumentado nuestras exportaciones de moda como jamás lo habríamos imaginado, pero resulta que la cifra, aunque contundente (más de 7.000 millones de euros en 2007) se queda en nada si miramos las importaciones (de más de 13.000 millones de euros, casi el doble).

Cuando viajo, me encanta preguntar a los periodistas extranjeros qué diseñadores o marcas españolas conocen. Me dicen que Zara, por supuesto, Mango y Camper. Los más puestos llegan a citar Custo Barcelona. Y las viejas glorias del periodismo de moda son capaces de nombrarte a Ágatha Ruiz de la Prada y a Antonio Miró. Ésto es lo que somos, nos guste o no. Tenemos tan poco espacio en las editoriales de moda internacionales y en los principales ejes comerciales de las grandes capitales, que en breve nos comen el terreno marcas y diseñadores emergentes turcos, chinos e indios. Y no es una vacilada.

Ahora, dos agrupaciones empresariales (los confeccionistas de Madrid y los del punto de Barcelona) se han puesto de acuerdo con el Icex (que es el órgano del Gobierno que se encarga de gestionar la promoción exterior de las empresas españolas) para impulsar un plan de internacionalización de la moda española hasta 2013. ¡Ya tenemos nuevo plan! El Icex pone siete millones de euros. Éste es más ambicioso que los anteriores porque no trata sólo de financiar la presencia en ferias, sino que quiere realizar en mercados clave acciones de promoción bajo la identidad Moda España y empezar a abrir tiendas.

El plan es ambicioso, sí, lo que no tengo tan claro es que lo sean nuestras empresas. Y menos claro todavía si se viaja bajo el paraguas único de nombre España, que a más de uno parece que le provoca urticaria... y, en concreto, a más de un gobierno autonómico con plan de moda particular que, más que trapos, parece que venda identidad nacional.

Es el caso, sin ir más lejos, del gobierno catalán. Allí son los de Esquerra Republicana (ERC) los encargados de buscar en el mundo un huequecito para los dissenyadors catalans. Este sábado, los diseñadores catalanes, españoles y de todo el planeta cogerán sus bártulos y se presentarán en París, colocándose por los diferentes showrooms de la ciudad y rezando para que les visiten las mejores boutiques del universo.

A tal acontecimiento, desembarcaba por todo lo alto la Generalitat de Catalunya con un repertorio de diseñadores que promocionar bajo las quatre barres. Pero desde que decidieron prescindir de los organizadores de tal desembarque y ser ellos mismos los responsables de todo lo referente en moda, el fuerte catalán (primero en la Galería Nikki Diana en la Place des Vosges en Le Marais, después en La Bastilla) ha quedado en una participación agrupada en el salón Rendez-Vouz, que es el de los emergentes.

El presupuesto de este cambio de planes los da el dario ABC. Resulta que a la Generalitat de Catalunya le cuesta 50.000 euros anular el contrato de alquiler por dos temporadas más que tenía en La Bastilla, el último espacio donde recaló el Showroom Barcelona. Estar en Rendez-Vous, eso sí, le sale a los catalanes algo más económico: sólo 80.000 euros, bastante menos que los 392.000 euros de la última edición.

Una cosa compensa la otra, pero no nos engañemos: no es lo mismo. El objetivo no es ahorrar dinero público. El objetivo es utilizarlo bien. ¿Qué resulta más caro: invertir poco y mal, o mucho y bien? ¿No es mejor gastarnos 200 euros en unos zapatos con los que iríamos a China a pie que 10 en unos con los que no cruzaríamos la calle?

Este cambio ha dejado fuera a tres de sus diseñadores estandarte, que han preferido ir por su cuenta, como hacen los del resto de España. Uno de ellos es Jose Castro, que desfilará por tercera vez consecutiva en la pasarela parisina y lo hará además con todas las garantías: la cita es el viernes 29, el día que abre Chanel y que cierran él mismo y Alexander McQueen ¡en el mismo recinto!, el Palacio Polideportivo de París Bercy. Bien, él lo hará en el párking... pero ¿qué más da? Lo importante es que por ahí pululará lo mejor de la prensa internacional.

Castro, por su parte, cuenta ya con showroom privado en París que, desde que puso un pie en él empezó a vender y, por el momento, ya lo tenemos colocado en los almacenes Harvey Nichols.

Las otras dos son Míriam Ponsa y Mariana Méndez, que consideran que ir a Rendez-Vous es dar un paso atrás en sus trayectorias. Y es cierto, porque ambas cuentan ya con una red de distribución internacional y, sobre todo en el caso de Méndez, que tiene colocados sus bolsos obras-de-ingeniería en algunos de los mejores escaparates del planeta. Además, antes de enrolarse en el ya diluido Showroom Barcelona, estuvo varios años en el Tranoï, el mega showroom que se celebra en La Bolsa de París y que reúne a diseñadores con cierto caché.

Así que estas dos han decidido liarse la manta a la cabeza y montárselo en solitario en una galería en Le Marais. Eso sí, a petición previa de ayudas. Castro, por ejemplo, recibe 60.000 euros de dinero público cada vez que desfila en París.

Las marcas y los diseñadores no precisan de banderas para triunfar en el extranjero porque lo único válido en el mercado es su trabajo; pero sí es cierto que la creatividad es una de las bases, quizás la más sólida, para crear identidad. Nosotros somos Zara, del mismo modo que París es Chanel, Milán es Armani, Londres es Westwood y Nueva York es Calvin Klein.

lunes, 18 de febrero de 2008

Cibeles, limpieza urgente


Por mucho que en los informativos de A3 digan que Cibeles fue la pasarela más importante que se celebró la semana pasada en Europa y se queden tan anchos, lo cierto es que si no airea un poco ese calendario que tiene del año de la polca se queda como lo que es: el principal acontecimiento regional. La prensa internacional, por mucho que nos pese, ha estado estos días en Londres, llegaba de Nueva York y justo partía para Milán. ¿Cuál es la razón por la que deberían haber visitado Madrid?

Los periodistas y estilistas habían visto las colecciones de alta costura de Galliano, Lagarfeld y demás; el invierno de Calvin Klein, Carolina Herrera y, si me apuráis, Custo Barcelona. Mientras rodaba Madrid, estaban con Vivienne Westwood, que regresaba a Londres, y con los jóvenes británicos, que son bestiales. ¿Por qué hacer un hueco en sus apretadísimas agendas y acercarse a Cibeles? ¿Qué descubrirían aquí?

Las arcas públicas (en este caso, las de la Comunidad de Madrid) desembolsan el 85% de un presupuesto de 3,5 millones de euros por las dos ediciones anuales de Cibeles. ¿Para qué? Para promocionar el diseño en la moda española, que no es otra cosa que el motor de la industria, lo que genera el sueño, la ilusión... ¡Ay que ver! Los nombres de estos diseñadores salen en la tele, entusiasman al personal, venden en El Corte Inglés, crean puestos de trabajo y... tralarí tralará. Esto ya no se lo cree nadie. Además de vestir a las cuatro condesas y celebridades locales (que todos se molestan en acomodar en las primeras filas), ¿a quién venden estos modistos españoles? ¿Qué credibilidad tienen?

Lo mejor: las nuevas generaciones. Evidente. ¿Por qué? Porque tienen que demostrar, porque tienen mucho a ganar y poco a perder. Porque arriesgan, experimentan, nos sorprenden, nos ilusionan. Vamos, lo que hacían todo este elenco de consagrados en los 80 y que ahora se permiten el lujo de vivir de las licencias, que es lo mismo que vivir de renta. Hazte un nombre y échate a dormir. Pues eso: los azulejos de Ágatha, el móvil de Victorio & Lucchino y el perfume de Montesinos. El negocio es redondo: basta con ser de ACME y cobrar hasta 90.000 euros por desfilar en Cibeles (45.000 euros por temporada) a invertir en la producción de la colección, porque modelos y montaje corre a cuenta de Ifema.

ACME, además de ser la marca de explosivos con los que el Correcaminos lanzaba por los aires al Coyote, es el acrónimo de la Asociación de Creadores de Moda de España, que preside Modesto Lomba y que reúne a los que en su día fueron los disidentes de Cibeles (hay que ver lo que son las cosas) y que luego acabaron tan contentos en sus filas. Total, que hoy son los que cortan el bacalao y los que deciden quién desfila y por cuánto. Son los que parten, reparten y se quedan con la mejor parte. De ahí que toooodos los que pisan la pasarela madrileña quieran estar en ACME. Ni siquiera funcionó una iniciativa paralela que se sacaron de la manga los últimos en llegar y que tenía por nombre ADÑ, cuyos cabecillas predican hoy en las filas de ACME, que, feliz, constata cómo las aguas vuelven a su cauce, aunque algo preocupada porque son cada vez más bocas que alimentar.

Los de ACME son los primeros en desfilar, los que se llevan el titular (“Fulanito abre Cibeles”) y la atención de las teles (que sólo acuden el primer día). Los otros al final, mezclados además con la cuota autonómica (que no falte la diseñadora de Castilla y León, que no van a ser ellos menos que los demás). Si Cibeles quiere decir algo en el circuito internacional, más le vale mirar hacia estos nuevos nombres, gente con mucho talento y con ganas de despegar.

En fin, que lo que valió la pena fue:

. Ana Locking, la mitad de Locking Shocking demuestra talento suficiente para una carrera en solitario de excepción con una primera colección de tintes futuristas en clave mormón y glamour años 40.
. El Delgado Buil y sus referentes underground, John Waters o Wim Wenders, que las hacen únicas e inimitables.
. Josep Abril, que se estrena en Cibeles con un hombre que equilibra lo clásico y lo moderno, la calidez del sastre con la personalidad de un punto sobredimensionado y la justa pincelada azul eléctrico.
. Míriam Ocáriz, que trata de contener la feminidad en trajes masculinos, que transforma en armazones y corazas, pero que se le escapa en sedas volátiles y estampados burbujeantes.
. El new urbanwear de Carlos Díez.
. Carmen March y su universo de insectos, que traduce en delicadeza, fragilidad y naturalidad, pero también en formas rígidas que reproducen sus corazas.
. El oriente de Lydia Delgado. El rigor y la simplicidad del sastre, junto al erotismo exótico de sedas satinadas, encajes y flecos con sabor a noche de Shanghai.
. Las geometrías imposibles de Amaya Arzuaga, todo un master class en patronaje.
. José Miró y su costura alienígena.
. Lemoniez, de corte perfecto, limpio, femenino, sobrio y comedido, pero sensual, sofisticado, en una explosión de color vibrante de apuntes africanos.
. Luxoir y sus hombres pájaro, lo mejor que ha hecho este tándem valenciano.
. El punto de Sita Murt
. La línea limpia y arquitectónica de Juana Martín, que abandona de manera definitiva el volante gitano para adentrarse en composiciones geométricas inspiradas en Courrèges.
. La nueva elegancia de Juanjo Oliva, a pesar de los momentos Guesquière para Balenciaga.
. La brasileña Gloria Coelho, la primera extranjera que pone un pie en Cibeles, con una colección de línea geométrica pero repleta de movimiento y detalles sorprendentes.

Me aburrió soberanamente:

. Alma Aguilar y sus pretendidas princesitas gipsy.
. Los Ailanto y su ya cansina inspiración Blow Up.
. Antonio Alvarado y sus estilismos reinterpretación del sastre con apuntes fetichista.
. Andrés Sardá, a pesar de su esfuerzo por abrir el mundo de la corsetería y plantear todo un nuevo universo femenino.
. Ángel Schlesser. Él diseña para sus clientas de siempre. Éstas le adoran. Audrie forever y ¡ya está! ¿Para qué rompernos la cabeza?
. Elio Berhanyer, idem de idem. Ahora está liado con el hombre y en que Artesanos Camiseros, que tiene el 80% de la casa, la consiga sacar adelante.
. Devota & Lomba y sus arquitecturas futuristas, que por un lado bien, pero por otro... pse. El tema lleva más de un año sobre las pasarelas internacionales.
. Jesús del Pozo. Trata de innovar y sorprender, pero ah! me quedo con su menos es más de toda la vida.
. Victorio & Lucchino y su lujo barroco andaluz. Mucho terciopelo, visón y seda, pero poco riesgo.
. Juan Duyos. El tema del suprematismo prometía, pero no le sacó mucho jugo, y eso que lo suyo es el patchwork.
. Miguel Palacio: si le quitas los lazos se queda en nada.
. Anke Schlöder, aunque se le reconoce cierta voluntad por abandonar el patchwork de la abuela y buscar nuevos referentes más intelectuales, como el neoplasticismo.
. Hannibal Laguna y su fiesta destellada y cubierta de pedrería. Más glamour de diva de Hollywood a palo seco.
. Los peleteros. Miguel Marinero todavía consiguió recrear el universo oriental de Paul Poiret.

A denunciar:

. Javier Larraínzar, ¿es una tomadura de pelo, o qué? Parece un desfile de Novedades Angelita con tejidos de Première Vision.
. Las ninfas en bragas de TCN. Suerte que este desfile corre a su cuenta y riesgo.
. Ágatha Ruiz de la Prada con la que ha sido una de sus colecciones menos inspiradas.
. Davidelfín. Lo de crear polémica ya no cuela.
. Francis Montesinos y su repentina pasión por la Fórmula 1. Los valencianos se han vuelto locos.
. Roberto Torretta es otro que tal baila. Un pufo que sólo convence a las señoronas del PP. Alguien las tenía que vestir, ¿no?
. Kina Fernández y una colección que no dice nada, propia de pasarela de centro comercial.
. María Lafuente, a quien se le ve voluntad, pero pobres resultados. Bebe de múltiples fuentes y no consigue nada concreto.

Por último, aplaudir en esta ocasión a los periodistas que desde los medios generalistas, sobre todo prensa escrita, se han atrevido por fin a señalar las colecciones que no tienen cabida en Cibeles y que a lo único que contribuyen es a bajar el nivel. A nadie le gusta quedarse fuera, las malas críticas son dolorosas, pero si no se toman medidas se acaba perjudicando a los que son buenos y capaces de convertir la pasarela madrileña en un referente internacional.

lunes, 11 de febrero de 2008

Dar la talla

Empieza la Pasarela Cibeles y, tal y como ha sucedido en las últimas ediciones, más que de trapitos, hablamos de tallas. Para calentar motores, el Ministerio de Sanidad y Consumo presenta su estudio antropométrico de la mujer española y nos divide en cilíndricas, diábolos y campanas; empiezan los desfiles y ya descartan a tres modelos inglesas por extrema delgadez; y por último, Ifema se desmarca y presenta el libro Moda y Gastronomía, el recetario de la pasarela, para conciliar dos mundos para nada incompatibles. La cuadratura del círculo: armonizar el diseño con los kilos con lo mejor de la cocina del país.

El objetivo del Ministerio de Sanidad a la hora de realizar este estudio es el de unificar de una vez por todas las tallas. Es decir, que las tallas sean siempre las mismas en todas las tiendas y que no nos obliguen a cargar con la M, L y XL de cada modelo en cada viaje que demos al probador. Para unificar, el primer paso era determinar las medidas de las mujeres españolas para buscar medias y establecer las que corresponderían a cada talla. Y esto es lo que nos da este estudio de Sanidad, que determina tres grupos de edad y, a cada uno de ellos, un tipo medio de mujer: cilíndrico para las más jovencitas, diábolo para las maduras y campana, para las mayores. Todo ello, a partir de la silueta que resulta de medir pecho, cintura y cadera.

La pregunta clave es qué aplicación práctica tiene este estudio. Si bien es útil para que diseñadores e industria se hagan una idea del tipo de mujer a la que visten, no creo que ponga fin a la problemática de las tallas ni mucho menos a la de los complejos que puedan derivarse. Los motivos son varios. En primer lugar, qué pasa con las marcas que no son españolas, ¿tendrán en cuenta estos patrones para el mercado español? Y qué ocurre con las marcas españolas con presencia en el extranjero, ¿impondrán al mundo la silueta de la mujer española? ¿Les saldrá a cuenta?

En segundo lugar. El estudio ofrece medias de pecho, cintura y cadera, pero ¿qué ocurre si el patronaje es extremo en hombros o muslos? En tercer lugar, ¿una mujer de silueta campana podrá vestir una prenda para chica cilindro? ¿La moda tiene edad? Más preguntas. ¿Ayudará la unificación de tallas a las adolescentes a sentirse bien con su cuerpo? ¿Obligará Sanidad a que las marcas que sólo hacen tallas pequeñas a que amplíen el escandallo? En fin... que creo que seguiremos haciéndonos un lío con las tallas y el día que nos sintamos depres entraremos en el H&M en busca de esa talla menos.

Y mientras trato de averiguar si soy cilíndrica o diabólica, me da por volver a calcular mi índice de masa corporal, como vengo haciendo desde hace año y medio, desde que Cibeles explicó lo que era. A estas pobres modelos les ha tocado pagar el pato en una cuestión social, la de la anorexia, que creo que depende más de la educación y de una alimentación equilibrada que de la moda. Soy de la opinión que la moda es a la anorexia lo mismo que el rock´n´roll a la adicción a las drogas y los videojuegos a la violencia.

La moda, como fenómeno aspiracional, propone modelos de belleza y de conducta inalcanzables. Cuánto más lo sean, más trapos, bolsos, potingues y perfumes compraremos. De este modo, cuando hay carestía, los modelos de belleza engordan, mientras que cuando hay exceso, como es el caso de una sociedad de consumo, éstos mismos modelos se ponen en los huesos. A ello se le suma el espíritu de contradicción de cada nueva generación: que en los 80 se llevaba el culto al cuerpo... en los 90, el yonki chic... y con el nuevo milenio, Beyoncé.

Los diseñadores, por su parte, las prefieren delgaditas por una razón práctica: porque en un desfile sólo se lleva un muestrario y todas las modelos tienen que caber en las prendas... ¡de la 36! Y no se valen costuras tirantes ni botones a punto de estallar. Y siempre es más fácil improvisar una pinza en un pantalón que optar por un tijeretazo en la cintura.

Y a todo esto, ¿para qué sirve lo del índice de la masa corporal si las modelos siguen tan flacas? Creo que el revuelo sólo beneficia a la Pasarela Cibeles, cuyo nombre da tres vueltas al planeta cada vez que deja una modelo sin desfilar porque está demasiado delgada. En cambio, hace flaco favor a sus protagonistas, los pobres diseñadores, de quienes sólo se acuerda la prensa nacional.

Y para que no nos agobiemos con tallas y básculas, Ifema aprovecha todo este viento a favor para presentar el libro Moda y Gastronomía y demostrarnos que no sólo no están reñidas, sino que se complementan. De hecho son dos universos creativos igual de efímeros, que exigen de espíritus exquisitos y cultivados, dispuestos a vaciar sus bolsillos por intangibles que exciten por igual su mente y sus sentidos. Hablamos de la moda que va más allá de las tallas, de los estándares y de los índices de las masas corporales; y ésta es la comida que poco tiene que ver con los kilos de más y las grasas saturadas. Es una buena manera de aprender lo que significa la moda y los valores de los alimentos.