martes, 29 de enero de 2008

Una semana en París

Qué decir de París. La belleza de esta ciudad se respira por doquier. Está en el aire frío de finales de enero; en el rosa pálido del crepúsculo de invierno y el recortable de buardillas y chimeneas, de palomas y techos irregulares de zinc, a contraluz; en los jardines de árboles desnudos y, a sus pies, las últimas hojas secas todavía temblorosas; y en el Sena, tan majestuoso, silencioso. Mi paseo inexcusable: las galerías de arte de Saint Germain de Pres, las librerías de Saint Michel, las boutiques exquisitas de Le Marais y, como colofón, un respiro en la plaza de Les Vosgues.

El escenario idóneo para los desfiles de Alta Costura. Esta vez, con dos noticias. Una de ellas, el adiós de Valentino; la otra, el debut de Josep Font. Y como para entrar hay que dejar salir, empezaremos por el modisto italiano, exponente de la feminidad clásica, del glamour de antaño, del corte perfecto, del equilibrio, del detalle exquisito. Se despide del mundo de la moda por todo lo grande: en la alta costura, en el Museo Rodin y junto a sus incondicionales.

París le rindió su justo homenaje. Su alcalde, Bertrand Delanoë, le hizo entrega de la medalla de la ciudad, la máxima distinción que entrega París a sus conciudadanos, y el Museo de las Artes Decorativas del Louvre le anunció también la celebración en junio de una gran exposición retrospectiva dedicada a sus 45 años de trayectoria. Valentino no pudo sino reconocer la importancia de París en su carrera y en su vida, al ser la ciudad en la que se formó y en la que empezó a trabajar (hizo sus pinitos en las casas de Jean Dessès y Guy Laroche) y, aunque más tarde, abriese su atelier en Roma, siempre escogió la capital francesa para sus desfiles de alta costura y de pret-a-porter.

En su desfile de despedida puso el acento en todo lo que es y ha sido en la moda. Fue un dispendio de elegancia, de belleza clásica, de sofisticación serena, de seducir sin histrionismos. Siempre fiel a su toque chic y cierto guiño al exceso romano. Con el rojo bajó el telón. El mismo rojo que él mismo siempre explica que descubrió en un palco del Liceo de Barcelona y que le hizo ver que una mujer vestida de rojo siempre está maravillosa y que, entre la multitud, es la imagen de la auténtica heroína.

El día siguiente, fue el turno de Josep Font, el único representante español en años de este selecto club para el que se precisa invitación directa de la Federación Francesa de la Costura, un organismo que vela por la conservación y promoción del buen nombre de esta actividad que, aunque son muchos los que dicen que la practican, sólo unos cuantos en realidad la ejercen. Antes de él, otros españoles que subieron a esta pasarela fueron Cristóbal Balenciaga, Manuel Pertegaz, Paco Rabanne y Antonio del Castillo.

La carta de presentación del modisto catalán en el Olimpo de los dioses de la moda fue una cuidada colección de nombre Sobre la Belleza. En ella, Josep Font ha intentado dar lo mejor de sí mismo. Es sin duda, y como él mismo ha confesado, el sueño de su vida y, por tanto, ha volcado en él todo su virtuosismo y todo su ingenio. Es perfeccionista, preciosista, meticuloso y cuidadoso. De sus colecciones sólidas y trabajadas, seduce su estudiada fragilidad y un halo melancólico y fantástico que las envuelve, y que es el que en ocasiones ha dado pie a que las califiquen de cuento de hadas. En ésta no ha decepcionado. Ha puesto toda la carne en el asador, todo su talento, todo su universo. Los colores circenses y los encajes y los bordados de tradición española.

Josep Font no es quizá el representante de la vanguardia del diseño español, pero sí de los pocos con capacidad para hacer un buen papel en la alta costura. Dejó el listón alto y esperemos que sea capaz de superarlo en julio. Sin duda, su permanencia no dependerá tanto de su virtuosismo como del apoyo económico, que en esta ocasión recibe de la Generalitat de Catalunya y de sus planes de promoción internacional de la moda catalana. También deseamos que su desfile no cierre el calendario, como ha sido el caso, porque tras Dior, Chanel, Gaultier, Lacroix o Armani, la prensa inicia su retirada.

Los desfiles de la alta costura continúan siendo explosión de creatividad y de lujo, ya sea exultante y exuberante, o comedida y de trazo minimalista. A pesar de que van ya unos cuantos en abandonar este escaparate, que es una auténtica sangría de dinero, las marcas que quieren deslumbrar al mundo, en todos los sentidos, tienen que permanecer ahí, cueste lo que les cueste. Quizás sus vestidos no salgan jamás a la venta, quizás sólo tengamos la oportunidad de verlos en algún museo o sobre alguna celebridad en la entrega de los Oscar o en el Baile de la Rosa, pero son el último vestigio de la magia, del sueño, del crear por crear, en la moda.

¿Tiene sentido la alta costura? Supongo que el mismo que pagar cientos de miles de euros por un Maserati, por una pluma excepcional de Montegrappa o por la extravagancia exquisita que se os ocurra. Es puro derroche, en materiales excepcionales y en ingenio privilegiado. Para invertir millones de euros en uno de sus vestidos, además de mucho dinero, es necesario entender lo que es la moda y rendirle amor incondicional. Se requiere para ello una sensibilidad fuera de lo común, no sólo para apreciar las mejores sedas y el trabajo de las mejores costureras, sino también el trazo de los grandes diseñadores de hoy.

Ejemplo de ello es la exposición actual del Museo de las Artes Decorativas del Louvre de París dedicada a Christian Lacroix. El modisto, que el año pasado celebró los veinte años de su casa de costura, nos explica sus fuentes de inspiración a través de piezas de sus colecciones de alta costura y una selección de prendas del fondo del museo, con joyas de los siglos XVIII y XIX, pero también con diseños de los grandes couturiers del XX, como Dior, Balenciaga, Jeanne Lanvin, Schiaparelli y demás. Es una oportunidad para conocer a Lacroix y, de paso, ver creaciones espectaculares de los maestros.

El montaje es además espectacular y divulgativo. La selección está muy cuidada, y la presentación es sencilla y clara. Lacroix nos enumera los temas clave de su universo creativo y agrupa en cada uno de ellos vestidos que lo representan, un par de los suyos y una quincena de los demás. Es una aproximación a él, pero también toda una master class de historia de la moda. En este sentido, me quedo con una de las frases con las que él explica el tema Historicismo: "Le caractère prospectif/ retrospectif de la mode est sans doute, même s'il est rarement évoqué, une des raisons d'être d´une discipline qui pense faire du neuf chaque saison. J'aime le XVIII siècle vu ou revu par les anées 50, les annés 40 regardées par les années 80, le filtre d'une époque sur l'aultre plus que l'authenticité supposée d'une décennie que l'on ne peut plus vérifier, tout vêtement étant un hybride, un costume de costume". Puro posmodernismo.

Y si os encanta Christian Lacroix, su barroquismo, su paleta vibrante y su apunte goyesco, pero el bolsillo sólo os da para el alquiler, las facturas y tres caprichos, lo encontrareis a precio popular en La Redoute, tanto en el catálogo de ochocientas páginas como en la página web. La de esta primavera-verano es la segunda colección que diseña para ellos. Mi selección es el sombrero y el bolso de paja y el chubasquero verde.

miércoles, 23 de enero de 2008

Kaos en el Bread & Butter

Mi night correspondant, Issu Bye, me cuenta el éxito de los desfiles del Bread & Butter, el de Custo Barcelona y el de Philipp Plein. Los califico de éxito, cargando tal concepto de todo el sarcasmo y la mala leche que os podáis imaginar. La desorganización estuvo a la altura de una corrida de toros en la fiesta popular de un pueblo de tercera. El alboroto fue el de un recreo de primaria en un día de lluvia. Y el descontrol y la desinformación propios del primer día de rebajas. En definitiva, el caos estuvo a la altura del de un mal día de Cercanías Renfe en Barcelona.

El de Custo fue de película, pero de las de catástrofes. Issue Bye dice que a las once de la noche (el desfile debía empezar a las 23.30) el acceso al Palacio Nacional era todo un poema. Una muchedumbre inundaba la entrada, soportando la gélida temperatura de una noche de enero sobre Montjuïc. Entre sus manos temblorosas sostenían esas esferas móviles de colorines que deberían de darles acceso y asiento. Quejas y malhumor. Los que tuvieron la suerte y la fortuna de entrar, parece ser que no salieron más contentos. La promesa fue un avance del otoño-invierno que presentará en Nueva York, pero la realidad, más de lo mismo. Lo único nuevo fueron los vestidos de noche.

Y es que ahora Custo diversifica. Y lo hace porque necesita un inversor ya. Los números ya no son los que eran: lleva sumando pérdidas un par de años (al menos, los que podemos consultar en el registro mercantil) y mantenerse en la cresta de la ola es caro. Carísimo. Para más inri, los estampados ya no están de moda. No está el horno para bollos. No está la cosa como para que detallistas y prensa se cojan un resfriado de aúpa a su costa, con nervios, cabreo y taxis de ida y de vuelta por 30 euros (que han subido tarifa).

Pero el follón de Custo fue toda una anécdota al lado del de Philipp Plein, que según Issu Bye fue todo un festival. La cadena de televisión alemana Pro 7 quiso aprovechar el desfile de este diseñador también alemán para su programa Germany´s Next Topmodel, que viene a ser un Súpermodelo en versión germana, un detalle que parece ser se mantuvo en secreto hasta la llegada de su presentadora: la top, por supuesto alemana, Heidi Klum, que actuó como una auténtica maniquí, pero de escaparate de grandes almacenes. Su silencio, su actitud distante y su paso fantasmal le valieron el abucheo sin misericordia de la prensa (plumilla y gráfica).

El desfile, un desastre como pocos se recuerdan. El cásting lo formaban las concursantes de este programa de televisión, todavía muy verdes, ya que se trataba de una de las primeras rondas de selección. Pobrecillas. Sus delicados e infantiles tobillos se doblaban incapaces de soportar los taconazos de diez centímetros sobre los que pretendían andar. Cuánta crueldad. Sin duda el concurso alemán tiene mucho en común con la versión española de esta escuela de señoritas. ¿La ropa? Quién sabe. Todo el mundo estaba pendiente de ver cómo cedían, igual que juncos, las piernecitas adolescentes a la inclemencia de la pasarela.

Y todo esto que cuenta Issu Bye fue lo suficientemente grave para que el director del Bread & Butter se llevase un cabreo de campeonato. Atención a las declaraciones de Karl Heinz Müller: “Este pase de modelos me ha dejado perplejo. Y dada la ocasión, me gustaría decir algunas palabras al respecto: nunca habría creído que una gran cadena de televisión alemana trabajara así. La organización fue muy poco profesional, no había ningún tipo de supervisión de las modelos, casi no hubo ensayos, sólo bebían y comían, todo les iba demasiado grande, en conclusión, fue indignante. En mi opinión, las chicas fueron puestas en ridículo. Siento que han abusado de nuestra confianza”.

Y sigue: “Una presentación como ésta no está en acorde con la cultura del Bread & Butter, siendo para nosotros esencial el cuidar de todos nuestros expositores e invitados. Queda claro que un show de estas características no tendrá lugar nunca más”.

Se acabó el cachondeo. De hecho, esta actitud de Heinz Müller encauza con el nuevo lema que quiere abanderar el Bread & Butter de cara al verano: New Order. Profile your Business. O lo que es lo mismo: Ei! Aquí se viene a hacer negocio. Una manera de tirar de las orejas a tanto pelacañas tienes-un-cigarrito-por-ahí que transita por el salón con aires de mega estrella de la canción porque es el becario asistente freelance de una agencia de relaciones públicas.

Hong Kong, fashion business


He tenido la ocasión de dejarme caer entre los rascacielos de Hong Kong. Me ha costado el Bread & Butter, pero creo que ha valido la pena. Me he perdido por los pasos elevados y las callejuelas de esta ciudad que me abruma, me seduce, me enloquece, me encanta y me apasiona. Sus olores a tripa hervida y fritanga me marean cada vez que intento atravesar los puestecillos improvisados que hacen intransitables las estrechísimas calles, auténticos puertos de montaña, entre las inmensas torres de oficinas de Wan Chai o Kowloon.

Todo un mundo que convive con el lujo más exquisito de castillos de cristal en Central, que guardan en sus bajos inmensos centros comerciales laberínticos, en los que los setos que delimitan el camino son espléndidas boutiques de Dior o Chanel. El contraste todavía es más fuerte en Causway Bay, donde se erige un mega centro comercial en Times Square rodeado de un desorden de bloques de viviendas y oficinas. O en Tsim Sha Tsui, donde acaban de inaugurar otro gran centro comercial de lujo, en el que no falta ni el más pintao, al pie de Nathan Road, la avenida paraíso de las imitaciones de bolsos y relojes.

Todos estos barrios que podrían estructurar una metrópolis como Nueva York no abarcan más superficie que Barcelona. Y es que su riqueza no se percibe por su expansión a lo ancho, sino a lo alto. Un microcosmos de neón, en el que no eres nadie si no te anuncias con grandísimas letras chinas luminosas en lo alto de uno de sus gigantes de cristal. Las vistas son realmente espectaculares desde la bahía de Tsim Sha Tsui, en la orilla de la China continental, donde se contempla el skyline de la isla. Y todavía conmueven más sobre el Peak Mountain, en cuya cima quedan los rascacielos a nuestros pies.

En esta ciudad, que dejó de ser colonia británica en 1997 y desde entonces convive en un régimen de laissez faire laissez passer con el gobierno chino, la moda es casi tan importante como el respirar y el negocio de la moda, como no, es su segunda actividad económica. En todos estos barrios que he recorrido hay tiendas y más tiendas de las primeras marcas de lujo. Un ejemplo de la magnitud: en España no tenemos ninguna tienda Prada y, en Hong Kong, así a voz de pronto, recuerdo tres. ¡Y vaya tres! Todas ellas además rodeadas de todas aquellas otras hermanas suyas que seáis capaces de nombrar. Por supuesto, no falta el sello español, que ponen Loewe, Zara y Mango.

Pero lo que quizás me ha fascinado más en esta ocasión es la irrupción de boutiques de diseñadores y marcas asiáticas. Y lo que es más: algunas de ellas son excelentes. En cuanto a los precios, patidifusa quedé al levantar la etiqueta y comprobar que están a la par que la competencia occidental. Mi primera reacción fue “¡Vaya aires se dan!” Más tarde descubrí calidades buenísimas, acabados perfectos, diseño cuidadísimo, imagen de marca y tiendas estudiadísimas. En resumen, adelantan como Fernando Alonso en la parrilla de salida.

Descubrí que muchas de ellas no salen de la nada, que llevan años produciendo para terceros, para estas marcas europeas y americanas con las que ahora quieren competir de igual a igual. Hong Kong, más que ser un epicentro productivo es una plataforma que muchas marcas han utilizado durante mucho tiempo para gestionar las colecciones, diseñarlas, controlar y supervisar su producción que, por supuesto, se realiza en la China continental, donde los costes sí son competitivos. Hong Kong es una de las regiones del mundo con una renta per cápita más elevada.

Ser una colonia británica durante años, a pesar de la lejanía de la metrópoli, hizo que sus habitantes no quedasen desvinculados de Occidente y no viviesen ajenos a sus costumbres. Es un buen punto de partida para que los profesionales de esta isla del sudeste asiático sepan hablar de moda y de tendencias y sean capaces de desarrollar colecciones para un mundo globalizado. Con esto quiero decir que todos aquellos que todavía piensan que en China no son capaces de ésto, se equivocan. Las colecciones de marcas y diseñadores que vi nada tienen de look chinorri ni de arroz cuatro estaciones con rollito de primavera y pollo con almendras.

Una vez al año, se celebra en Hong Kong una feria, World Boutique, en la que se reúnen sus marcas y sus diseñadores emergentes y celebran una pasarela. De ésta, subrayar el concurso de jóvenes creadores del que tenemos mucho que aprender. En una región en la que el dinero es el leitmotiv y que no se andan con chiquitas, la industria textil patrocina a los talentos que desfilan, muchos de los cuales todavía están en las aulas de la Universidad Politécnica de Hong Kong donde cursan sus estudios de diseño de moda. Financiándoles esta pequeña producción para este concurso, la industria toma con ellos un primer contacto que más tarde, de una manera u otra, desarrollará.

Y es que es sorprendente cómo los fabricantes, que hasta ahora sólo se dedicaban a producir para las marcas occidentales o japonesas, están fichando e incorporando en sus filas a chavales recién graduados en diseño y pagan auténticas sumas de dinero a los que llegan de las escuelas europeas. Son conscientes que producir para terceros tiene una continuidad limitada (siempre dependerá de que tu cliente encuentre a alguien que se lo haga igual o mejor y más barato) y que la única manera de competir en el mundo en el que estamos es creando marca, diferenciándose.

Nombres como Anniewho, Moiselle, William Tang, Cecilia Yau, Dorian Ho o Ika son algunos de los que vemos en los principales ejes comerciales de Hong Kong y en cuyos desfiles acuden todo un elenco de celebridades locales y son todo un acontecimiento social.

Ésto no es una amenaza para nuestras débiles marcas que empiezan a asomar la cabecita. De hecho, las de Hong Kong no miran hacia el mercado Europeo o Americano, y si lo hacen, es con cierto recelo y cautela. Su objetivo es alcanzar el mercado local, el chino, en el que pueden entretenerse un rato, y el de los países árabes. Mi propósito al explicar esta historia de Hong Kong es que tenemos que aprender, aunque tarde, de que si la industria no introduce talento, no hay futuro. Si los que han llegado últimos a este negocio lo están logrando, ¿qué nos pasa a nosotros? ¿Es que ya no hay ilusión?

lunes, 21 de enero de 2008

Museo Cristóbal Balenciaga, de telenovela

Si hay por ahí algún guionista falto de ideas, en la localidad guipuzcoana de Getaria encontrará una historia con glamour, posible malversación de fondos públicos y supuesto tráfico de influencias. Los protagonistas son los gestores de la memoria del único modisto que tenemos en el Olimpo de la moda, el Ayuntamiento, la Diputación de Gipuzkoa, el Ministerio de Cultura, el que fuera alcalde durante 12 años y un cubano residente en Miami, con título de arquitecto no homologado y que dicen fue su amante.

Este vodevil, que empezó hace unos años, vuelve a ser actualidad una vez el Ministerio de Cultura ha decidido bloquear la partida presupuestaria prevista para 2007 de 1,4 millones de euros hasta que la situación no se aclare. La trama da para varios capítulos y el fin no se vislumbra a pesar de que los perjudicados insistan en que no hay museo si no hay pasta. La Fundación Balenciaga, que esperaba este dinero como agua de mayo porque arrastra un déficit de 1,5 millones de euros, explicó durante las pasadas Navidades en la prensa local que si el dinero no llega antes de fin de mes, se declaran en quiebra técnica y paralizan el proyecto del Museo Cristóbal Balenciaga. Esta entidad, que se fundó en el 2000 y que preside el modisto francés Humbert de Givenchy (en su día discípulo del español), es la encargada de la gestión de su memoria y de lo que hay del museo.

La idea de construir un Museo Cristóbal Balenciaga en la que fuera su localidad natal fue del entonces alcalde Mariano Camino (PNV), en el cargo durante una docena de años y gobernando con la comodidad de una mayoría absoluta. Quizás pecó del exceso de confianza que da mandar en solitario. Ni siquiera el fichaje del cubano Julián Arguilagos, como arquitecto y director de obra, despertó recelo ni desconfianza alguna. Hasta que el grupo Aralar entró en el consistorio en 2003, se emperró en sacar agua clara del asunto y pidió las cuentas.

Por aquel entonces, Camino ya no estaba en la alcaldía, que justo había abandonado para dedicarse de lleno en el proyecto del museo ocupando la vicepresidencia de la Fundación Balenciaga. En 2005, la oposición seguía denunciando la falta de control sobre los fondos públicos que se destinaban a la Fundación para construir el museo y, para apaciguar la crispación, se decide crear una empresa pública encargada de supervisar las obras, de nombre Berroeta Aldamar y constituida por el Ayuntamiento de Getaria, la Diputación de Gipuzkoa y el gobierno vasco. Para no dejar ningún cabo suelto, se nombra gestor al mismo ex alcalde y vicepresidente de la Fundación, Mariano Camino.

En marzo de 2007, justo antes de las elecciones municipales, Aralar vuelve a la carga y denuncia nuevas irregularidades al observar que el coste de la obra, financiada en su totalidad con dinero público, se dispara. Al primer embiste, se califican las denuncias de tendenciosas y electoralistas; al segundo, que viene con pruebas, dimite Camino de los cargos de gestor de Berroeta Aldamar y de vicepresidente de la Fundación. Una pena para el PNV, que guardaba la ilusión de presentarlo de nuevo como candidato a la alcaldía.

Se nombran sus sucesores. Al frente de la empresa pública Berroeta Aldamar se pone al entonces director general de Cultura de la Diputación de Gipuzkoa, Imanol Agote; y en la vicepresidencia de la Fundación, a Sónsoles Díez de Rivera e Icaza, hija de la marquesa de Llanzol, considerada una de las musas de Balenciaga. Sónsoles tuvo el honor de que el maestro le diseñase vestidos desde el momento en que pudo tomarle las medidas. Se encargó de su traje de primera comunión, de su vestido de novia y de muchos otros más, algunos de los cuales ha tenido el detalle de donar al futuro museo.

Pero la historia no termina aquí. En noviembre, la Fundación Balenciaga y la empresa Berroeta Aldamar denuncian ante la Fiscalía a Mariano Camino por tener sospechas de presuntas irregularidades en la gestión de las obras del museo. Le acusan de administración desleal y falsedad de documentos, entre muchas otras conductas irregulares. Un gesto de buena voluntad que llega tarde. Se huele a la milla una operación de maquillaje días antes de que el Ministerio de Cultura tuviese que desembolsar los 1,4 millones de euros.

¿Qué esperaban de César Antonio Molina? Recordemos que lo primero que hizo al tomar el cargo de ministro de Cultura fue destituir a la escritora Rosa Regás como responsable de la Biblioteca Nacional y responsable también de la pérdida de unos mapamundis de cuando descubrimos América y vete a saber qué más. Lo más curioso del caso es que el gran proyecto de Regás era digitalizar el inventario... Pero a lo que nos ocupa. No coló la documentación que Cultura pidió a la Fundación para cubrirse las espaldas y el día que todo esto explote no le manche, y en Getaria estuvieron durante unos días sorprendidos y molestos y declararon sentir “desazón y extrañeza” por la decisión. Recordemos que el Ministerio, que para más inri es patrono fundador de la Fundación, lleva ya invertidos en este proyecto 4,2 millones de euros.

Ahora hay un baile de cifras que ni el contable más avispado saca nada en limpio. Por el momento, la fundación espera cobrar 168.000 euros de la Diputación de Gipuzkoa, que serían el segundo pago de una partida de 320.000 euros destinada al gasto corriente de la entidad. Por otro lado, parece ser, que si bien el Ministerio de Cultura ha paralizado la partida destinada la Fundación, sí ha entregado tres millones de euros a la sociedad pública Berroeta Aldamar para continuar con la construcción, por el momento suspendida a la espera de un concurso público que designe un nuevo arquitecto. El cubano resta a la expectativa que la denuncia presentada contra a Camino no le acabe salpicando.

¡Vaya cimientos para el museo en honor a Cristóbal Balenciaga! El que tenía que ser un proyecto capaz de despertar el interés por uno de nuestros grandes modistos, para promocionar su trabajo y recordarle y honrarle, se construye sobre una truculenta historia de intereses y malversación de fondos públicos. La salida no es mirar hacia otro lado y continuar, como pide la Fundación, sino exigir responsabilidades y las cuentas claras de una vez por todas.

sábado, 12 de enero de 2008

Bread & Butter, más cerca


A pesar de presentar su King Size, esta edición viene más bien flojita en eventos y fiestas. Quizá es porque en España en enero todavía digerimos el roscón de Reyes o porque la moda, como tal, tiene la peculiaridad de pasar de moda y este fenómeno urban empieza a dar los primeros síntomas de abatimiento con la llegada de un new elegance, en clave brit-mod o beat-jazz.

En todo caso, los carteles de la feria ya cuelgan de las farolas de Barcelona y se aproximan las fechas (16 a 18 de enero). ¿Os vais a perder uno de los acontecimientos de moda más importantes de Europa? No es sólo ropa, a pesar de que es puro business, sino que es reflejo de una cultura, la urbana, que consolida su hueco en esta nuestra civilización posmoderna. Por ello, sigue siendo epicentro de creatividad y, como no, de tendencias.

Viene como la King Size porque, esta vez, abarca todo el recinto ferial de Montjuic hasta el Palau Nacional, donde se celebrarán la welcome party, el día de antes, y los desfiles de nuestro Custo y del alemán Philipp Plein. Bread & Butter necesita espacio para los mil expositores de urbanwear que reúne dos veces al año en la capital catalana, además de conciertos, terrazas para una paella o un pan con tomate, actividades al aire libre, presentaciones en el Mies van der Rohe, etc.

Los amantes de las fiestas, tienen música para rato. Los tres días que dura la feria tienen las cuatro noches ocupadas. Reunimos los official events, los que acostumbran a ser los más concurridos y los que no son tan quisquillosos a la hora dejarte entrar sin invitación. Los de la vip card, no sólo ya saben donde ir, sino que deben de acumular en sus outlooks invitaciones de privées para parar un tren.

Para el resto de la humanidad, el martes 15, la welcome party ; el miércoles 16, la revista WAD convoca su ya habitual cita en el club Fellini, además de las de las marcas Ed Hardy en el Shoko, Urbbban en el Carpe Diem... pero si hay una que marcar en la agenda subrayada en fosforito es la de The Broken Hearts Club en el Apolo 2. Se trata de un colectivo que se dedica a montar saraos en Berlín con lo más moderno que encuentra bajo la Puerta de Brandemburgo. A ver qué tal le sale con los modernillos de por aquí.

El jueves 17, las marcas True Love & False Idols, puro hip hop en el Shoko; Motel en el Astin Club; Ed Hardy repite aunque en el Catwalk; UMM en Pachá; y Lamono en Fellini. Y el viernes 18, para los que lleguen tarde o los BBB party addicts, fin de fiesta en el Shoko.

En cuanto a los desfiles, esta temporada vamos algo escasos. Parece ser que a la moda urbana el rollo pasarela más bien le tira atrás. Tanto rigor, tanta seriedad, tanta jerarquía. Ellos son más de monopatín, adoran el freestyle, el do it yourself... Un desfile de tejanos y sudaderas es para morirse de aburrimiento. La moda urbana tiene una estructura de tribus y cada una de ellas se distingue de la otra por su peculiar estilo y su particular régimen de marcas. Cada a una a su rollo. Las marcas apenas renuevan sus colecciones porque tienen un público extremadamente fiel. La relación que mantienen con el público es la misma que una estrella del rock con sus fans. Entonces, ¿un desfile para la prensa? No, thanks. ¿Party to the people? Please!

Fijaos sino en los desfiles previstos. Custo Barcelona desfila porque juega en casa, y no por ello desconvoca su pase neoyorkino. De hecho, ya nos tiene habituados a mostrarnos el trailer de lo que luego veremos en Nueva York. Y Philipp Plein, un diseñador alemán, que hace un clásico de vanguardia, pero que a pesar del sello design, no deja de ser clásico. Ah! Y G-Star, que es de las pocas que consigue sorprender haciendo virguerías con el denim. Pero es otro rollo, un lujo urbano.

martes, 8 de enero de 2008

¿Qué pasa con China?

Estos días China vuelve a los oídos de la industria de la moda con su zumbido de molesto moscón porque desaparecen, parece ser que de manera definitiva, las últimas cuotas a la importación que la Unión Europea mantenía sobre algunos artículos textiles procedentes del gigante asiático. La liberalización de este mercado, prevista para el 1 de enero de 2005, se cumple ahora y, para evitar una nueva avalancha de producto chino, Pekín y Bruselas dicen que se comprometen a vigilar de cerca los intercambios y controlar las licencias a la exportación, una especie de permiso que las empresas deben pedir para vender a otro país.

¿Qué es esto de las cuotas? Son los cupos que cada país estabece para importar ciertos artículos (nada que ver con los aranceles, que son las tasas que se graban al producto importado). En 2005, cuando se eliminaron en todos los artículos textiles entre los países de la Organización Mundial de Comercio, China inundó los mercados europeo y estadounidense. El tsunami de producto barato amenazaba entonces con cargarse lo que quedaba de industria en Europa, incapaz de competir en precio.

La Comisión Europea se vio obligada entonces a restablecer el sistema de cuotas, aunque sólo lo hizo en una docena de productos. Muchos no entendieron esta decisión, sobre todo la gran distribución, que soñaba con unos márgenes inimaginables. La industria europea era consciente desde la década de los 70 de que las cuotas desaparecerían entre los miembros de la OMC, pero lo que nadie intuyó a lo largo de estos 30 años es que China, un país del por entonces bloque comunista, fuese a liderar la producción mundial y que en 2001 se le nombrase socio del club de la OMC con los mismos derechos del resto de los países. En el capítulo de derechos se miró hacia otro lado.

Ya en los 90, muchas marcas empezaron a subcontratar la producción en China o incluso a trasladar allí sus fábricas. Pero fue a raíz de su entrada en la OMC cuando el país empezó a generar una auténtica burbuja productiva en materia textil preparándose para el tan anunciado fin de cuotas. El resultado lo vimos en los primeros meses de 2005. Sólo unos datos: las licencias para la importación de producto textil chino a la Unión Europea aumentaron en apenas mes y medio un 1.421% sólo en pantalones, un 856% sólo en jerséis, un 667% en camisas y un 587% en camisetas.

¿Cómo afecta todo esto a nuestras marcas? Más bien poco. Nuestras marcas, las que han ido a fabricar a China (se entiende), siguen beneficiándose de costes de producción más bajos y de un dólar débil, que les permite invertir el ahorro en imagen, en tiendas o en vete a saber qué. El caso es que les da cintura para adaptarse y ser competitivas. Lo que es positivo.

El problema no va con ellas, sino con todos los distribuidores chinos que a lo largo de estos años se han ido estableciendo en Europa, también en España, y que son, en su mayoría, los que están detrás de todos estos establecimientos de venta al por mayor (algunos también detallistas) que han aparecido como setas en las principales ciudades españolas. Son estos los que el 1 de enero de 2005 solicitaron miles de licencias para importar y que casi rompen el mercado, no sólo por la inyección de volumen, sino también por unos precios de risa. Precios, en su mayoría, por debajo de los costes. Ups! Dumping, esa práctica más que ilegal, aunque en algunos casos, como fue este en su día, a los de aduanas se les pasó por alto.

¿Y será ahora como entonces? En estos tres años ha llovido mucho. Los chinos aprenden muy rápido y son muy conscientes que lo de competir por precio tiene sus límites. China es y continuará siendo durante muchos años la fábrica del mundo, pero no como hasta ahora. Ante la presión internacional y su compromiso como miembro de la OMC, el gobierno chino empieza a incorporar medidas en cuestiones sociales, laborales y medioambientales que acaban repercutiendo en el precio final de los productos. Además, viendo las barbas de la industria vecina pelar... Invierten en innovación, en I+D y en diseño. Las nuevas generaciones estudian en las mejores escuelas de negocio europeas y estadounidenses y éstas mismas escuelas abren sedes en Asia, donde sus aulas están a rebosar.

Su próximo paso es desarrollar sus propias marcas y ya están en ello. De hecho, tienen una, que se llama Ports International, que se sitúa en la gama más alta y que está haciendo la vida imposible en China a Louis Vuitton o Gucci. Queda también por ver cuándo darán el paso internacional, pero hasta el momento, pueden entrenerse un rato en su expansión local. El tiempo dirá si son capaces de conquistar al consumidor occidental. Pero para esto todavía queda... a no ser que Internet, como punto de venta global, lo acelere todo.

Las gamas más bajas que llegan aquí, las que en 2005 tanto preocupaban, las que encontramos en estos establecimientos chinos de los que antes hablábamos, terminan en mercadillos. Es su salida más digna. No les auguro un futuro mejor en un momento en el que las tiendas, al menos las de las capitales, precisan de marcas, productos de calidad y de gamas media-alta y alta, artículos, en definitiva, que les den margen suficiente para sobrevivir y poder competir con las cadenas.

Recuerdo unas declaraciones del propietario de Inditex (casa madre de Zara), Amancio Ortega, en el periódico Expansión, en las que decía que la gente no compra por el precio, sino porque es bonito. Es cierto. A pesar de que todos miramos el bolsillo, y cada vez más, a la hora de comprar ropa, sólo compramos si nos gusta. Puede valer un euro, incluso ser gratis, que si no nos gusta, lo dejamos. En cambio, si nos emociona, si nos encanta, ¿hasta cuánto estamos dispuestos a pagar de más?

sábado, 5 de enero de 2008

Sex at Christmas


Estas Navidades, los perfumes continúan encabezando el ránking de anuncios estrella y si hay uno que este año ha destacado por encima de todos los demás ha sido el de Tom Ford, diseñador-empresario (más empresario que diseñador), aquel que en la década de los 90 contribuyese a reflotar Gucci del ostracismo. Y el caso es curioso porque ni él es excesivamente conocido en España, a no ser entre el colectivo fashionista, ni hemos visto las imágenes de su perfume por televisión o revistas varias, sino sólo a través de Internet.

El caso es que el señor Ford nos ha dado nuestra dosis de escándalo navideño y esto siempre va bien para amenizar los encuentros familiares. Y claro está, a quien mejor le va es a él mismo, pues su nombre empieza a correr ya de boca en boca.

No es la primera vez que la moda tira del desnudo, ni siquera del porno, que sería su versión polémica. Que la moda tiene como principal objetivo seducir al prójimo es algo de cajón. Nos vestimos (con ropa o perfume) para despertar interés en el otro, ya sea para agradarle o provocarle. La cuestión radica en si hacerlo mostrando o tapando. Dice el sociólogo René König que si bien el hombre primitivo no sólo no ocultaba las señales sexuales, sino que le gustaba magnificarlas, con la evolución de la cultura, tiende a darles una forma más indirecta, subliminal y simbólica. Pues parece que a la sociedad actual, ya de vuelta de todo, es preciso sorprenderla con lo básico, eso sí, con el imaginario del siglo que nos ocupa.

El perfume en cuestión se llama Black Orchid, es para hombre y viene a ser un botellín más bien clásico de color tabaco y etiqueta y tapón negro. Lo lanza ahora aprovechando, claro está, el momento de pasión perfumística que cada año despierta la Navidad, que le permite promocionar su nombre tras su reciente vuelta al ruedo. Y es que, después de unos años en silencio (en teoría, haciendo películas), este verano volvía con una colección de moda masculina, la apertura de una primera tienda en Nueva York y la intención de abrir otras muchas por varias ciudades, entre las que no se cuenta, por el momento, ninguna española.

Sin duda, el lanzamiento de este perfume no trascendería si no fuese por su carta de presentación, que firma el fotógrafo americano Terry Richardson, fascinado por el porno, que retrata con ingenio y mucho humor. Hace poco, la editorial Taschen le dedicó un libro con sus imágenes más carismáticas en edición limitada, que vende a 500 eurazos, eso sí, con un peluche de él disfrazado de osito, su sello personal, y una fotogafía numerada a elegir.

Cambiarán las modas, las percepciones del mundo y la manera de vivir y sentir, pero si hay algo inmutable es el sexo. El sexo vende y venderá. Es uno de los motores del negocio de la moda, que se nutre de sueños y aspiraciones. Citando a otro sociólogo, en este caso a Guillaume Erner, “en este sector la provocación es un don, no una experiencia de los límites”.

jueves, 3 de enero de 2008

El Metropolitan en la blogsfera

El museo neoyorkino acaba de dejar patidifuso al mundillo museístico con una iniciativa que esperemos que siente cátedra. Su última exposición, que inauguró en diciembre, tiene la peculiaridad que puede visitarse tanto físicamente, desplanzándose uno hasta su sede junto a Central Park, o de manera virtual, a través de un blog abierto para la ocasión, que además patrocina nuestro diseñador de calzado más internacional (tanto, que ya es más británico que español), Manolo Blahnik.

La muestra en cuestión es un recorrido a través de la historia de la moda desde el siglo XVIII hasta hoy y en ella se encuentran piezas singulares que ayudan a entender la evolución, tales como un sombrero de seda francés de 1830, unos zapatos turcos de seda de 1850, una combinación de Estados Unidos de algodón blanco y ribetes de 1827, un vestido de noche austriaco de seda de 1910 o un abrigo de noche francés de 1918.

Repasa también el siglo XX con prendas de Coco Chanel, Christian Dior, John Galliano o Jean Paul Gaultier, entre muchos otros, de los cuales destacamos al mallorquín Miguel Adrover, con un conjunto que elaboró con tela de un viejo colchón del escritor inglés Quentin Crisp, todo un icono gay en los 70. Y siguiendo con el apartado nacional, apuntar que también se incluyen algunos Manolos, como las botas Dots o los de cuero negro Bhutan.

El blog del MET no sólo pone a disposición de todo el mundo las imágenes de estas piezas, sino que además nos concede la explicación de mano de los mismos comisarios de la exposición, Harold Koda y Andrew Bolton, y nos da la oportunidad de opinar, comentar e incluso preguntar. Una vez clausuren la muestra, el Metropolitan, junto con la editorial Yale University Press, tienen previsto publicar un libro conmemorativo del experimento, con imágenes de las prendas y los comentarios de los comisarios, junto a una selección de los mejores pasajes escritos por los internautas.

Es un ejemplo de más del poder democratizador de Internet. Todo un lujo. Sin duda, tener la oportunidad de viajar a Nueva York y visitar el MET es una vivencia extraordinaria, pero ante las dificultades con las que siempre condicionan tiempo y presupuesto, merece un aplauso la oportunidad que nos brinda el museo de ver, aprender y reflexionar desde cualquier rincón del planeta. Esperemos que en España tomen nota de ello otras instituciones de raíz similar, función divulgadora y financiación pública.